Andaba yo de café redentor de primer viernes de mes con mis amigas de La Bella Varsovia cuando de repente una gitana canastera entró con un canasto con casi todos los espárragos de la sierra de Córdoba. Trigueros con un brillo de frescura descomunal que mostraban el vigor de los primeros días de la primavera tras más de una semana de lluvias en las que casi nos salen branquias a más de uno 😉
Claro, ante tanto vigor primaveral quien podría resistirse. Caí.
Y con esa compañía ¿a quién no le viene una brisa de inspiración provocadora?.
En esta receta vamos a probar un regalo que nos hicieron nuestros amigos de Bodegas Robles en el encuentro para la poda de nuestras madrinas de su generosa iniciativa “Sigue tu cepa”, la colección de sus geniales gelatinas de vino. Descubrimos que el vino también se come. Una excusa más para volver a cocinar con vino 😉
Ingredientes
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Manojo hermoso de espárragos trigueros.
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Seis fresones maduros y bien hermosos.
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Gelatina de vino oloroso ecológico Piedra Luenga (B. Robles)
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Aceite de oliva virgen extra ecológico (Luque)
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Una plancha de masa quebrada.
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Un diente de ajo bien hermoso.
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Sal, al gusto.
Manos a la obra
Partimos los trigueros en trozos de unos 2 o 3 centímetros y el diente de ajo en diminutos cuadraditos.
En una sartén ponemos un buen chorreón de aceite de oliva virgen extra y cuando esté caliente ponemos a dorar los cuadraditos de ajo. cuando estén bien dorados y crujientes los sacamos del aceite y reservamos.
En el mismo aceite ponemos a dorar los trigueros y le añadimos un poco de sal al gusto. Cuando estén reservamos.
Con la plancha de masa quebrada le pedimos a nuestra querida mujer que nos haga unas canastillas tan hermosas como las que me hizo a mi la mía. Es aquí donde reconozco públicamente que para algunas manualidades no estoy nada dotado 😉
Para que el asa no se caiga le pusimos un palillo de pan (pico, colín…). Y para que queden bien doraditos los pintamos con huevo batido.
Mientras que vamos elaborando las cestas ponemos el horno a precalentar a 220º, que en ese caso es lo que recomienda el fabricante.
Ponemos los cestos a hornear y mientras tanto:
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cortamos en hermosos cuadrados los fresones, trozos de al menos un centímetro y medio de lado.
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Cortamos la gelatina de oloroso en daditos de medio centímetro de grosor
En la misma sartén donde tenemos los trigueros que ya estarán a temperatura ambiente mezclamos con cuidado y cariño todos los ingredientes. Con cuidado y cariño para que no se nos deshagan ni estropeen los fresones ni la gelatina.
Cuando los cestos estén a medio hacer los sacamos un momento y rellenamos con los ingredientes. Volvemos a hornear para acabar de dorar los cestos y templar los ingredientes.
Ya tan sólo nos queda servir y disfrutar de esta explosión de sabores y color.
Pd 1 Creo que desde ya es una de mis recetas favoritas.
Pd 2 Menudo juego dan estas gelatinas de los amigos de Robles. Están para comérselas 😉
Pd 3 Hay que ver lo que da de sí un café redentor con las chicas de La Bella Varsovia, pura inspiración y creatividad.
Bueno, bueno, estais hechos unos artistas de la cocina. !Que buena pinta!
Enhorabuena.
Muchas gracias tía Viri. Artistas no se, pero nos lo pasamos chachi piruli jugando en la cocina.
Ya que tenemos que comer a diario aprovechamos para pasar un rato divertido con los enanos.
Un besito y gracias por visitarnos 😉
es mi próximo plato. muchas gracias
Las cestitas tienen un aspecto estupendo,la autora,una artista,y el contenido parece decir !comeme! No se me había ocurrido nunca mezclar esos ingredientes pero cualquier día lo haré.
Cecilia, te aseguro que no te arrepentirás de probarlo, si el colorido es espectacular, el festival de sabores te sorprenderá.
Magnifica y original receta. Muy lucida
Enhorabuena a tu mujer por las cestitas.
Muchas gracias Chary. Quedan transmitidas tus felicitaciones.